::: UNA FINCA PARA EL INGENIERO :::



Para subir esa nevera se necesitaba era un campesino de esos que se hicieron desde pequeñitos, burros de carga. Suben esas cuestas y uno por aquí de la ciudad se pregunta de inmediato ¿cómo harán?

De todos modos, entre Sergio, Camelo y Edwin se subió la nevera y allá está prestando el servicio que es. Poder llevar carne, tener agüita helada para cuando uno llega de esas pendientes tan arrechas que hay por allá o para todo lo que puede servir una nevera. Y todo por $ 90.000.

El caso es que estamos hablando de la finca de Camelo. Son tres socios los que compraron la finca y los que compraron la nevera pa la finca. Ellos, todos 3, dedicados al tema de la agricultura, especialmente como ejecutivos de ventas, para empresas que asesoran al campesino en la aplicación de insumos, sean estos fertilizantes o plaguicidas en general.

Ahora es donde lo viene lo bueno. Ellos, también todos tres, sueñan su tierrita, su paraíso, como todos los de acá, los de los Andes, los que todavía tuvimos padres o abuelos de esos del campo.

Entonces dijeron, somos 3, un solo sueño verdadero, pues compremos una finca, usted cuánto tiene, de a cuánto nos toca.

Y así fue:

Un cerro desde el cual mirar, una quebrada de aguas cristalinas, un rico ecosistema y tres, buscando su rincón del paraíso. He aquí los elementos del proyecto agroturístico, finca Veguitas, para el cual ha sido necesario esperar varios años y ahorrar algo de dinero.

Para Gamaliel Flórez Chacón y sus socios, que llevan la mayor parte de sus vidas haciendo recomendaciones sobre lo que más le conviene a los cultivos; tener sus propios cultivos, era desde hace tiempo un sueño, casi una obsesión.

Camelo como se le conoce entre sus amigos quería una finca de verdad, no una hacienda, pero tampoco una parcelita de ciudad. Después de dar muchas vueltas, se llegó al lugar que reunió las condiciones ideales. Desde Bucaramanga se gastan aproximadamente 2 horas pasando por el municipio de El Playón entrando por el ramal de Puerto Olaya, Vìa San Pedro de La Tigra.

La finca tiene aproximadamente 20 Hectáreas, de las cuales los socios escogieron aproximadamente 2 para desarrollar un cultivo de cítricos que en la zona encuentra condiciones ideales para su desarrollo.

Y ustedes, lectores de compostándonos se preguntarán, en dónde es que aparece Un Tal Ud.

Tranquilos que ahí vengo. Con los pinceles y el caballete.

Objetivo general: Fortalecer el proyecto de mi amigo Camelo y sus socios, dando pautas de conservación de suelos para este ecosistema andino y en este caso del cultivo de cítricos construyendo senderos y haciendo plateos a cada uno de los árboles. Limón criollo y limón Tahití.

La topografía es bastante inclinada, lo cual de nuevo nos hace pensar en esa identidad continental llamada “El Gran Sistema Andino”.

Se trabajó en la construcción de un estanque en la parte alta, desde donde se deriva el sistema de riego por goteo para cada uno de los árboles.

El beneficio más notorio del trabajo de senderos en este cultivo, es que las labores agronómicas alrededor de los árboles se hacen fáciles, cómodas, es decir, hacen parte de la prevención de riesgos profesionales del operario agrícola.

El Playón, sitio de encuentro para una zona de producción agrícola. Recientemente se proyecta como zona agroturística, debido a su riqueza hídrica y paisajística.
Hoy desde Veguitas, mañana desde cualquier Compost del mundo.

Por: Javier

::: Se llama Cuzco y queda en La Rayada :::



Pertenece al municipio de Santa Bárbara. Estamos hablando entonces del Cuzco Santandereano. Que mejor estímulo para un terracero de pura cepa, que vive marcando “Las Huellas de Un Tal Ud”

2.200 msnm. Condiciones ideales y oferta de agua suficiente para la producción de plántulas de hortaliza y aromáticas, especialmente tomate y pimentón, que son renglones importantes de la agricultura en Santander y Norte de Santander.
La empresa se llama Crezkol, una iniciativa que apareció en el año 2.006, para suplir la demanda de estas plántulas que hasta ahora venían siendo suministradas desde Bogotá.

El empresario, líder y gestor de esta propuesta se llama Nabor, un valluno que pisó tierra santandereana.

Pero vamos a lo que vinimos. Después de 4 años de inicio, impulso, lucha… se tenía un área aproximada de 2.500 mt2., de los cuales el invernadero sólo ocupa 1.000. Entonces la pregunta obligada para un empresario es ¿y el resto qué?

Ahí es cuando aparece Un Tal Ud y como siempre la oportunidad de hacer crecer la campaña de conservación de Suelos en nuestro Gran Sistema Andino.

Después de mirar y conversar, se decidió organizar un policultivo de hortalizas y aromáticas, paralelo al invernadero, que entregue una producción significativa, pero que además mejore la estética del lugar y les ofrezca a los clientes una buena demostración de los productos ofrecidos, durante todo su ciclo vegetativo, desde el transplante hasta la cosecha.

Un valor importante de esta propuesta consiste en la compañía de colegas, la retroalimentación de ideas y la experiencia misma, que necesariamente se gana cuando se trata de sembrar y cosechar.

¿Qué se ha hecho?

Se tomó el lunes como día de trabajo para la huerta. Van 10 visitas y los pasos que se han seguido son el trazado con el caballete en curvas a nivel, marcación con estacas, construcción de la terraza con sus calles, transplante y siembra directa de hortalizas.

La importancia de estar cerca de un invernadero es que tenemos a la mano material de excelente calidad, es decir, que se empieza bien en un proceso que requiere total atención de comienzo a fin.

El riego diario es fundamental para cualquier cultivo, cosa que en este caso ha sido asumida con mucha eficiencia por Omar, operario del invernadero.

A estas alturas de la propuesta nos anima mucho volver a decir “Ensayo de un Compost”, pensando en que este nuevo ejemplo nos multiplique más suelos conservados, productivos y bellos, nuevos “Cuzcos”, hoy en Santander, mañana desde cualquier compost del mundo.

Por: Javier

::: A 1500 METROS DE ALTURA SOBRE EL NIVEL DEL MAR, VILLA JUANA :::



Se llama Villa Juana y sus propietarios Pedro y Celmira.

Llevaban años pensando en un lugar adecuado para una vida saludable. Es una cosa que se habla entre amigos. Es el viejo sueño del paraíso. Aves, aire fresco, insectos de todas las formas y colores, arbustos, árboles y en especial la tierrita para moldearla, sembrarla y recibir de ella sus beneficios.

Para llegar uno se mete por el kilómetro 14, vía Plamplona, frente a Cenicafé. La carretera entra hasta la casa y por ahí mismo se sale a Floridablanca, La Florida de acá.

Por invitación de Guillermo León, amigo de Pedro y Celmira, nos encontramos un domingo para mirar el lugar. Ellos estaban en vísperas de cerrar el negocio y querían tener ideas, percepciones, de las cosas que se pueden hacer allí.

Yo, como ingeniero Agrónomo dedicado al tema de Conservación de Suelos, veo en este punto de la Cordillera Oriental de los Andes Colombianos, una nueva oportunidad para demostrar la continuidad de Machu pichu, o las terrazas Taironas, por decirlo en palabras rimbombantes y de referencia universal, pero de lo que hablamos es de un viejo descubrimiento que muchas culturas asumieron para poder sostenerse bien parados en suelos de pendiente.

La parcela mide 5.000 m2. Aquí las medidas se pierden entre la pendiente. Enseguida se toma el caballete, se marcan los puntos en curvas a nivel, se hacen las terrazas y las calles, por donde caminaremos frente a los Andes y obtendremos alimentos. ¿Es ese el paraíso que sueñan Pedro y Celmira?
Dijimos terrazas, dijimos producción de alimentos, entonces decimos “El Ensayo de Un Compost”. Esa es nuestra recomendación.

Con estos y otros criterios, Pedro y Celmira, que llevan toda su vida trabajando en el área de la Salud, compraron su Villa Juana, por cosas de vivir mejor, de tener salud. Y a mí, me contrataron para las terrazas y el compost.

La casa es un atractivo importante, porque fue construida en tapia pisada, con teja de barro y se conserva en buenas condiciones, como para ponerle el toque personal y vivir de lujo.

Para seguirnos llenando de ideas y hacer buena vecindad, visitamos a Pedro María y Melzar, funcionarios de Cenicafé, cuya sede, como ya mencionamos se encuentra a unos metros de Villa Juana. Salimos animados, contentos. Ellos hablaron de alianzas, de llevar a la gente a probar el mejor café del mundo, de hacer recorridos ecológicos, de llevar los visitantes de Villa Juana a Cenicafé y viceversa. Esta es la prospectiva agroturística. Es ahí en donde imaginamos que pude crecer el proyecto de conservación de suelos, es ahí en donde vemos el paraíso andino.

Van 17 días trabajados. ¿Qué se ha hecho?

Jhovani y Viky son indígenas del Cauca, que por invitación de Pedro y Celmira han estado presentes durante todo el proceso de compostamiento y terraceo, desempeñándose con eficacia en diferentes roles, desde recolección de material vegetal, separación y clasificación de residuos plásticos e industriales, hasta el trazado y elaboración de las terrazas.

Debajo de un antiguo galpón se montó la primera pila de compost, recuperando un espacio que ya era usado para la disposición de algunos desechos orgánicos, a punto ya, de convertirse en compost. Después de extraerle las basuras se le adicionaron algunos elementos, como bovinaza, caprinaza, roca fosfórica, cal dolomítica y melaza. Todo esto recibió suficiente cantidad de agua y volteo a pala, con el propósito de activar los procesos aeróbicos, anaeróbicos y darle condiciones a los microorganismos que completarán la descomposición.

Con el compost a punto y el trazado en curvas a nivel procedimos a moldear las terrazas. El resto ya es pan comido, como “el rábano”, que ya fue cosechado, al lado de una variedad de hortalizas de clima frío, que ya hacen parte del calendario de siembras de Villa Juana.

También se estableció el ciclo permanente para la recolección de residuos orgánicos, con separación de basuras en la fuente y un adecuado compostamiento.
Y hasta ahí dejamos por ahora la historia de este paraíso Andino, hoy desde Villa Juana, mañana desde cualquier compost del mundo.

::: ERGONOMÍA EN LA HUERTA, EXPERIENCIA DE TRABAJO EN LA FINCA EL TOPACIO, VEREDA SAN LORENZO, LEBRIJA, SANTANDER, COLOMBIA, LATINOAMERICA, PLANETA TI



Cuantas veces no se ha escuchado que alguien se pegó un totazo bajando por su huerta, sobre todo en las agrestes montañas santandereanas y todo es por falta de aplicación de ingeniería y del sentido común, de ver lo que hacían nuestros ancestros de su forma de hacer terrazas con hermosas graderías.

Javier, dueño de la finca toma la decisión de arreglar los accesos de su huerto de guayaba y al ariete debido a que en más de una ocasión se ha resbalado y caído al suelo sin consecuencias graves por ahora, entonces, llamó a Otto para que le echara ingeniería al cuento y hacer todo el trabajo de adaptar caminos para un mejor acceso, la ergonomía del huerto que llaman.

Se hizo una serie de curvas a nivel se recolectaron varios materiales que estaban regados por todas partes de la finca como palos, troncos, piedras, etc., con ellos se hizo la gradería, se reforzaron los caminos o senderos y se hizo como quien dice se le buscó la comba al palo y se un ensamble casi artístico con esos materiales.
Con todo los residuos orgánicos de la poda, y otra materia orgánica que salió del barrido de hojas, se decidió hacer un taller de compostaje para aprovechar el desorden , Javier compró insumos como cal dolomítica, roca fosfórica, melaza y gallinaza que se consigue en las fincas de al lado por ser zona avícola para hacer un compost de excelente calidad.

Mucha vacanería andar por esos senderos, ya varias veces nos hemos caído, hasta un día casi me troncho una pata dijo uno de los empleados de la finca, Javier podrá ahora caminar con toda seguridad por su finca.

Un dato curioso es que en ésta finca utilizan un dispositivo llamado ariete para subir el agua hasta la parte alta de la finca, lo chévere del aparato es que no utiliza combustible fósil ni energía eléctrica para su funcionamiento, el aparato funciona con el aprovechamiento de pequeñas caídas de agua.

::: CAPACITACIÓN EN HUERTAS ESCOLARES URBANAS :::

Por cosas de la vida un ingeniero agrónomo que trabaja para la secretaría de salud decidió desarrollar un cuento de agricultura urbana para el mejoramiento de la calidad de vida y nutrición de los niños de escuelas de barrios populares de Bucaramanga y su área metropolitana, entonces recurrió a Otto para que le brindara asesoría técnica con esos talleres; eso fue más o menos para mediados del primer semestre del 2009.



Se tomaron lugares para hacer las huertas en sitios que hacía mucho tiempo no se habían utilizado, como cosa rara los sitios donde hubo huertas siempre se convierten en tiraderos de basura plástica, zapatos viejos y de todito, entonces se procedió a recoger toda esa basura y a desyerbar, desyerbe se utilizó para armar la primera pila de compost.

Luego se procedió con lo típico de siempre con las huertas urbanas: construcción de eras, arreglo de las calles para la facilidad del tránsito, encalado, incorporación de compost, transplante y siembra directa.

Todos los niños estaban engomados con el cuento de la agricultura, camellaron, cogieron las herramientas, jugaron, rieron, sembraron y quedaron con muchas expectativas de su trabajo. El camello de Otto llegó hasta la parte de la siembra, sabemos que se lograron cosechar los productos.