Página WEB de Compostándonos

Si miran bien en la parte derecha del blog encontrarán la dirección de la página de COMPOSTÁNDONOS, la cual funciona como un nuevo capítulo en la estrategia comunicativa del proyecto. En la página, que aún está en construcción, encontraremos:
  • Qué es compostándonos, de donde surge y qué pretende
  • Qué es agroecología, agricultura orgánica y permacultura
  • Algunos aportes sobre prácticas agroecológicas en zonas rurales
  • Tips para la agricultura urbana
  • Experiencias prácticas de agroecología y agricultura urbana en Colombia, América Latina y el Mundo
  • Links a páginas relacionadas
  • Un foro de discusión :-o y
  • Donde contactarnos
Esperamos tener completamente lista la página en un plazo menor a un mes. Valga aclarar que esta no va a reemplazar el blog, ni tampoco vamos a trasplantarlo hacia la nueva página, pero sí enlazaremos ambos proyectos de tal manera que podamos retroalimentarnos y compostarnos en el proceso.

compostandonos si tiene problemas con este enlace puede entrar directamente por aquí

::: De los perejiles a la huerta urbana :::



Por: Edison

Cuando uno se mete en la labor de compostar, necesariamente cae en la trampa de sembrar, y eso lo teníamos claro cuando decidimos hacer el ensayo de un compost. En la primera reunión se repartieron 10 plántulas de perejil y un tallito de orégano a cada asistente para que fueran sembrados en algún pequeño espacio de sus respectivas casas y reportar la evolución en el blog.

Las plántulas tomaron rumbos distintos, un amigo las sembró en la casa de la suegra en una matera, hasta que su torpeza dio de baja al matero, otros simplemente las sembraron a su suerte con resultados buenos y malos, según la dedicación del compostador; las plántulas de Otto descansaron en dos materitos y hasta el momento proveen ramitas para sus ensaladas; de las otras plántulas no hemos tenido noticia alguna.

En mi caso la repartición de perejiles dio inicio a mi huertica urbana, recolecté en mi casa y en la basura de los vecinos, varios tipos de recipientes:

- de gaseosa
- de pintura
- de leche en polvo
- de aceite
- cajitas de vino
- una lonchera vieja
- bolsas de comidas rápidas
- una olla vieja
- un pedazo de neumático
- y algunos materitos que mi hermana compró motivada con la siembra

Utilicé como tierra un compost natural recolectado de una quebrada que pasa al lado del barrio Lagos III, llené los recipientes y sembré las plántulas y el tallito de orégano.

La idea de variar la huerta -esas cosas de estar en contra de los monocultivos- me rondó la cabeza hasta que conseguí en la huerta de la niebla plántulas de tres clases distintas de lechugas, calabacines, cebolla puerro, además, en el bolsillo de un pantalón encontré una semilla de una especie de lenteja nativa llamada guandúl recogida en un viaje medio hippie por el parque tayrona, todo esa cantidad de plantas fueron sembradas en compañía de mi sobrina de seis años.

Hasta ahora, todas las plantas sobreviven, a pesar de que unos niños arrancaron un perejil el cual fue resembrado, aunque tullido crece aún. El resto de perejiles siguen en producción permanente, de vez en cuando les arrancamos unas ramitas para las ensaladas.

A los calabacines les apareció una mosquita blanca y unos insectos llamados minadores que dejan carreteritas en las hojas, Otto me dijo que las rociara con sumo de tabaco y sábila, lo hice y se pudo controlar la plaga. Con los calabacines no me ha ido muy bien, la flores que hecha se le caen y las hojas no tienen un buen color, tocara esperar haber que pasa.

Las lechugas ya fueron cosechadas por mis sobrinitos que se las comen crudas con azúcar o sal, las cebollas van creciendo igual que el guandúl.

La huertica ha tenido buena aceptación con los vecinos del barrio, la gente pasa y la mira con curiosidad, es extraño ver comida sembrada en una matera; la vecina me pidió que le consiguiera unas lechugas para sembrar, pues con ellas ella hace una agüita para el sueño. Mis papás están contentos, compraron unas plantas ornamentales para darle más ambientación y colorido.

Fuimos a visitar el invernadero de Creskol en el municipio de Santa Bárbara, invitados por el ingeniero Camelo, allí se germinan semillas para venderlas como plántulas a los cultivadores; nos regalaron plántulas de cilantro, tomate, pimentón, perejil liso, acelgas, col china, repollo morado y cebolla cabezona para repartirlas a los combos de amigos que están compostándose.

Cuando Otto fue a visitar mi huertica, quedó muy motivado, entonces dijo que me regalaba un poco de lombrinaza y turba que es un sustrato de base para siembra con hidroretenedores que él está utilizando para germinar semillas de árboles, para que lo revolviera con la tierra de jardín que sobro de la siembra de las plantas ornamentales y la tierra de las plantas cosechadas y así sembrar las plántulas que nos regalaron.

Conseguí otros tarros para sembrar más, los llené con la tierra nueva y transplanté las plántulas, hasta el momento están bien bonitas, unas quedaron con el recipiente muy pequeño, pero encontré unos balones de bloncesto botados a la basura y los voy a utilizar como materos.

Ya estamos comiendo el producto de la huertica, tenemos perejil y lechuga para las ensaladas, y con el orégano hemos desarrollado la culinaria experimental, ahora tenemos un híbrido entre la arepa de maíz pelado santandereana y la pizza italiana: se aza la arepa común y silvestre y después se coloca encima queso, tomate y hojas picadas del orégano de la huerta y se deja al tiesto otro ratico, queda ¡de rechupete!.

La idea es expandir la huerta a las plantas aromáticas y medicinales, en un vivero conseguí albahaca morada, a un niño le compre una sábila y Otto quedó de conseguirme otras aromáticas; también queremos hacer mezclas entre plantas ornamentales, hortalizas y aromática para darle estética a la huerta.

::: Como no hay quinto malo, seguimos con otro día de compostaje en la niebla :::




Por: Edison

Nos reunimos en la plaza guarín como siempre, y ya que éramos bastantes, pudimos contratar para subir a al Km. 12 un colectivo de esos chinos para irnos bien cómodos y no llegar tullidos como la vez pasada emulando el famoso truco de los payasos que salen del volkswagen.

Llegamos a la hora del almuerzo y por eso tocó de una ir a picar la ensalada y mandar a azar las populares vísceras. Muy aperezados, tal vez por la falta de almuerzo, hicimos roña para empezar a voltear los montones de compost, hasta que de hicimos de la pereza una fortaleza para empezar, no importaba que hubiera un émulo de Manu Chao y 5 supervisores por cada persona volteando compost; pero la naturaleza estaba confabulada con nuestra locha, casi no alcanzamos a voltear el compost pequeño cuando se larga un aguacero y de una buscamos refugio; bajo techo duramos un rato riéndonos, hablando paja, estirando los músculos de las quijadas, y repelando un avío que teníamos hasta que dejó de llover.

Ya íbamos a empezar cuando llegó el almuerzo, comimos tan rápido que no hubo ni chance de tomar fotos. Ya con energías retomamos el trabajo con más ánimo, volteamos uno de los dos montones grandes roseándolo con una mezcla de agua y diferentes sustancias permitidas en la agricultura orgánica: Bórax, sulfatos de manganeso, cobre y zinc, con el fin de enriquecer el compostaje con elementos menores necesarios para el desarrollo de las plantas.

Se decidió con un montoncito de abono resultado de un proceso de compostaje anterior, cernirlo o cribarlo con el fin de venderlo al menudeo para recolectar fondos para el proyecto, entonces ya saben: si necesitan abono orgánico, contáctenos.

Una de las cosas que nos habíamos planteado para realizar este domingo era limpiarle el pajarito a Otto, ¡ups! A los árboles que dijo Otto, pero la lluvia no nos dejo, los árboles estaban muy mojados y era peligroso treparse en ellos.

Como con ganas y no, decidimos voltear el montón grandotote de la parte de afuera del restaurante, y agregarle un poco de materia orgánica que faltaba producto de la limpieza de la zanja, no le teníamos ganas a ese montón porque le agregamos una plantas fibrosas de una poda que se hizo la semana pasada, y eso hace que el azadón se entrape a la hora del volteo, sin embargo, le echamos machete y a pesar del pesimismo volteamos rápido ese montón, no sin dejar de agregarle cal dolomítica y unos cunchos de la mezcla de sulfatos.

Ya satisfechos con la labor cumplida, recogimos la herramienta y nos dedicamos a degustar una deliciosa pola mientras discutíamos como vamos a elaborar una exposición para un pelado que estudia tecnología de alimentos y trabaja en el restaurante sobre compostaje, terrazas y producción de hortalizas orgánicas.

Logramos que don Juan Manuel nos contratara el colectivo chino para que nos bajara hasta Bucaramanga, ahorrándonos la caminata, contentos y muy motivados con nuestro trabajo, terminamos otro día en nuestro ensayo de un compost.

Alguna vez fue TANGAMANDAPIO




Por: Jairo

No hace ni un año atrás que nos estabamos colgando los bolsos llenos de mercado, nos poníamos las camisas sobre las cabezas y con paso firme subíamos por dos o más horas desde la entrada del ICP de Piedecuesta hasta la vereda Faltriqueras, cuyo nombre demoramos más de un mes en conocer y otro tanto en aprender, para llegar a la tierra prometida: TANGAMANDAPIO, que como lo era para Jaimito el Cartero será para nosotros siempre nuestra tierra natal.


El proyecto comenzó como todos, con espectativa y ganas de que saliera algo, aunque todavía no sabíamos qué. Subimos con poco desayuno y muchas ganas, unos bananos, bocadillo y agua, junto con un anciano desconocido Mechas y Mi persona para conocer a Miguel, cuya frasesilla "pos sí" retumba aún hoy en nuestras cabezas. En medio de unas lomas que desafían el equilibrio de cualquier citadino encontramos una pequeña cabaña, choza o rancho, como se quiera llamar, en el cual decidimos construir nuestros sueños, y aunque el señor Mechas se ganó el apodo de Bob el Constructor por sus macroproyectos de desarrollo arquitectónico autosostenibles nunca iniciados, no nos podíamos quejar del espacio.

En este ensayo de compostaje colectivo, comenzamos por las terrazas antes que por el suelo, pues, lo veíamos medianamente apto, pero al primer azadonaso nos dimos cuenta que era un suelo sumamente arcilloso y con muy poco suelo fértil, y ahí fue donde comenzó el proyecto. Subimos a Otto hasta tangamandapio y después de un ligero almuerzo (ya llevabamos varios días enmontados y el mercado se iba acabando) construímos la primera terraza, con la materia vegetal hicimos un pequeño montículo de compost y tras ella hicimos otras tantas.

En sí nos dedicamos a consentir las terrazas, vecinos del bosque de niebla, donde a veces nos saludaban los monos aulladores cuando se despejaba el paisaje, subíamos con palas y sacos a recoger mantillo del bosque, el cual incorporábamos en las terrazas junto con algo de arena que encontrabamos en los bancales, esperando que se compostara la materia orgánica que íbamos incorporando de podas y terrazas.

Algún dia Camelo nos regaló una plántulas que diligentemente sembramos, perejil churco, acelga y lechuga roja decoraron la entrada de la casa. Cada mañana eran regadas y cuidadas, llevabamos un pequeño control sobre la cantidad de plantulas que sobrevivían, aquellas que más crecían, etc. Y de vez en cuendo Miguel "pos sí" subía y nos daba un consejo sobre el cultivo y la vida.

Agua era lo que menos nos preocupaba, de una manguera bajaba agua de manatial que irrigaba las plantas, lavaba nuestros platos y nos daba de beber y para cocinar. De hecho, cocinar era uno de nuestros mayores placeres, o más que cocinar comer, algo de carne o pollo que colgábamos del fogón de leña y que poco a poco se ahumaba y tomaba el delicioso sabor del monte.

Claro, no todo era tan idílico, a veces nos costaba trabajo dormir en el suelo, muchas veces medio hacinados y aunque a veces tocaba "impulsar firmemente" a unx que otrx a realizar una tarea común, eran más las que nos inventábamos que las que "tocaba" hacer.

TANGAMANDAPIO como todo llegó a su fin sin siquiera disfrutarlo completamente, tan duro nos dió que solamente un mes después pudimos subir el pollo y mi persona a recoger algo de lo que teníamos allí abandonado, para recoger con un nudo en la garganta y con la tristeza de ver a nuestras plántulas y nuestras terrazas sin alimento y sin compost.