::: Un paragüitas para el maíz :::


“Ojalá que llueva maíz,,, pero que sea criollito”. Glosa de ojalá que llueva café.

En esta invernada el maíz se siembra con paragüitas.

Javier dice: Traemos el fuego, el corazón de la vida y del arte, un ardiente aire que se ha detenido y duerme, en las células de un bejuco selvático, nombrado en lengua Uwa, Ebará.

En sus gérmenes perpetuos somos una eternidad que no nace, que no muere, siempre solo anhela ser, solo es, y todo es para ser compartido, complementado, hermanado, como dos palitos de Ebará frotándose, obteniendo el fuego sagrado de la madre tierra y de su corazón; semillas doradas de maíz criollo, más valiosas que el oro, al que también representan.

Es la ocasión de entregar este fuego para que con el color y las manos cálidas de las niñas y niños y la libertad de ser lo que somos nunca olvidemos sembrar y cuidar. El paragüitas, el protector y la protectora del maíz soy yo, es cada cual, somos maíz.

Ahora el fuego es un libro, para decir que el más grande tesoro es un diminuto fuego que encierra toda la historia de nuestro planeta: las semillas y entre ellas la del maíz criollo, o la de los maíces criollos.

Este libro de sabia vegetal en sus hojas lleva flores, dibujos y palabras y sus frutos son los sabores y saberes.

A la tierra y a quienes la siembran debemos agradecer, porque somos lo que comemos, pero ¿cuándo comeremos lo que sembremos? Sembremos para comer bien y también hay que sembrar bien, por eso nuestro ingeniero agrónomo Otto, tratando al suelo con sabiduría nos enseña su conservación (del suelo), la gracia y el poder de la agricultura y el camino para la obtención de alimentos sanos, libres de contaminación química o genética.

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