Un granito de maíz, Parte 1

Yo soy ese maíz, yo soy maíz.  En mi boca el sabor de la arepa me hace niño y puedo poner fermento a mis palabras con una buena chicha, puedo llegar a encontrarme con muchas sorpresas desde el día en que llegó a mis manos y a mis más íntimos pensamientos un granito de maíz.  Embuchado, enmochilado, puesto ahí, germinando, viendo pasar sus golosos invitados.   


La pertenencia, se expresa desde cada punto del suelo convertido en colcha verde para obtener la comida de mi gente, mi madre, mi padre, mis hijos, mis hermanos, mis amigos, con sentimiento de campesino enamorado del milagro de la vida y dándoles nosotros de comer.  Nos jugamos la verdad sobre la belleza de nuestros territorios, la belleza en su máxima expresión, aquí los niños con su gusto alegre pondrán las flores en su lugar, sembrarán las tiernas semillas y les contarán a otros niños cómo lo hicieron, qué resultados obtuvieron, cómo se sintieron.


La verdad de una semilla de maíz tiene sus límites en las manos del sembrador, en su delicado esfuerzo, observación, aplicación de los sentidos, conexión lógica, contemplación mágica.  Entonces nos decidimos a la siembre y sentimos el milagro de la multiplicación.  Les contamos a todos que de una semilla salen mil.  Así, cada uno con sus cuentas puede hacer alguna oferta, puede disponer de un sentido, de una dinámica, de un bien material, de algo pertinente que se puede poner a jugar, a circular.


Estamos hablando de ese hombre inquieto que cruza la historia, harapiento, maloliente, miedoso, trasnochado, trastornado, sufrido, deprimido, perezoso, otro día se intoxica de la dicha ata cabos y descubre el poder de la semilla, es el amanecer del hombre del neolítico que emprende de nuevo valiente mirando la luz, se agarra de sí, se compenetra, hace sus propios enlaces, toma la herramienta, la pule, la afila y sale vanidoso de reconocer el mundo bajo sus pies y alista en su vieja mochila, la gloria del mundo.


Allí se potencia el anhelo del fermento sacralizado por el esfuerzo, de ese apasionado visaje que entre golpe y golpe completa su largo aliento, entre una cosa y otra de la acción y el pensamiento, el gusto por la herramienta, el resultado, la fiesta…

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