¿Pudiera ser la frase para describir los rumbos de ésta humanidad caótica y víctima de sus propios artificios e inteligencia? Tal vez habría que redefinir qué se debe entender por inteligencia, si bien en la historia como en la vida cotidiana se demuestra que sola la inteligencia no basta.
"La tragedia invernal no es un fenómeno natural", titulan algunos medios a propósito del padecimiento generalizado de nuestro país, donde unidas todas las inteligencias que se juegan nuestra gobernanza, no alcanzan para apostarle a una voluntad política sin la interferencia de intereses partidistas y clientelistas.
En ese pequeño margen que nos otorga derechos como ciudadanos, ¿cuántos en realidad asumen el deber de responder por el bienestar de sus respectivos pueblos?
¿Cuál debería ser el énfasis en un plan de desarrollo?
Entre quienes llevan encarnada una respuesta coherente para enfrentar las inestabilidades de nuestros suelos y el progresivo y ascendente efecto del cambio climático, se encuentra el especialista en bioingeniería de suelos, terrazas en curvas a nivel y producción orgánica de alimentos, Otto Hugo Ríos Garrido, ingeniero agrónomo.
Dirán que hay muchos como él, pero quienes quieran buscar a Otto deben enterarse de que no lo podrán encontrar en páginas amarillas o en el cuadro de honor de la Sociedad de Ingenieros Agrónomos; menos en los titulares de cuentas de ahorro o en los mesurados compartimentos de lustrosas y asépticas oficinas.
No, allí no lo encontrarán aunque en realidad es donde se debería hallar...debería, según la cómoda vida del status profesional; como la mayoría de ingenieros agrónomos, que olvidando la salud de la madre naturaleza y la de sus propios organismos adoptaron la vía química y la producción a toda costa, entonces estarían en las listas de empleados de las multinacionales productoras de agroquímicos e incluso promotores de la manipulación genética de alimentos.
En definitiva, Otto es ese hombre perdido y creo que perdido por completo para todo eso. Así que búsquemoslo en la libertad del que mira quién queda atrás, cuando nosotros también emprendamos ese desconocido y arriesgado camino hacia nosotros mismos y cuando también hayamos perdido el rumbo, éste rumbo ecocida y descuidado de nuestra actual civilización.
Y aunque Otto no desconoce la soberbia ni nosotros podemos desconocerla, este principio de año 2.012 en los días más pesados, fue su obstinación de tener una buena propuesta y quererla transmitir a nuestros paisanos, lo más relevante de su carácter impenitente, afrentoso, agresivo y que como buen sembrador supo apostarle a la siembra, al terraceo, los trinchos y las empalizadas; perdido, supo hacernos sentir días recobrados, no por desearlo sino para llevar una verdad hasta sus últimas consecuencias, saber que se puede hacer una obra de arte con la tierra, aún la derrumbada, haciéndolo en el silencio de la obra y al compás del tiempo, a la espera de que con muchos brazos y a pleno sol, un día cercano nos podamos acompañar como buenos mosqueteros contra la erosión y el acoso del hambre, uno para todos, todos para uno.