YARIMA: UNA
RESURRECCIÓN HECHA A MANO
La agricultura es el
Ave Fénix de Colombia
ASOCIACIÓN ZUA QUETZAL
En un tosco e improductivo rumbón, que era un basurero, en un
pedazo de ladera, a más de 32° grados de temperatura, con un suelo saturado de
aluminio y alta acidez, ahora podemos observar un arduo trabajo de conservación
de suelos con sucesivas terrazas en curvas a nivel.
Allí el ingeniero agrónomo Otto Hugo Ríos Garrido y sus
ayudantes, han sembrado todo un policultivo que va desde ahuyamín, sábila, tomate
cherry, maracuyá, piña, uva, guanábanos, ají, ají, patilla, guayacanes, otros
forestales y el infaltable compañero y amigo de la humanidad, el maíz criollo.
Pero lo más insólito y sorprendente es haber logrado cosechar
excelentes lechugas orgánicas en un piso térmico tan adverso a esta deliciosa,
jugosa y nutritiva planta.
Hecho a mano, con herramientas, manuales normales, buenas
prácticas agrícolas, mucho riego y cuidados, decisión y coraje, se han
intervenido cerca de 1.000 metros cuadrados de los 5.000 que tiene todo el
rumbón.
Nada podía simbolizar mejor a la posible resurrección de
Colombia, que esta agricultura de escala humana, pequeña y mediana, pero
amigable 100% con la biodiversidad, coherente con el cuidado al medio ambiente
y a las semillas nativas, de cara a la necesidad de nuestra propia seguridad
alimentaria.
Para realizar esta progresiva resurrección hay un proceso que
empieza con la aplicación de cal para rebajar la acidez del suelo y favorecer
la asimilación del abono por parte de las plantas; una aplicación constante de
nutrientes y compost hecho allí mismo, con residuos orgánicos de las cocinas de
los vecinos del rumbón.
Cuenta Otto, que es sorprendente las pocas plagas que atacan
los cultivos teniendo en cuenta la acelerada proliferación de los insectos y el
hecho de que en este lugar se desechara todo tipo de residuos, algunos bastante
contaminantes como los plásticos de todo tipo.
Sabemos que toda planta bien abonada y atendida se puede
defender sola de enfermedades, hongos o ataques de insectos. Aunque no han
podido del todo cuidar que las iguanas den sus mordiscos a hojas, verduras y
hortalizas.
Tal vez previendo con sabiduría, nuestros ancestros tenían la
costumbre de sembrar para compartir con otros animales. No sólo garantiza la biodiversidad,
sino que atenúa el daño y destrucción de muchos ecosistemas que eran sus
hogares y nichos de concentración por el alimento disponible en la selva. Puede
parecer exagerado pero insistían nuestros ancestros que, así como una parte de
las cosechas era para poder compartir con otros animales silvestres, también
otra parte era para el hambriento e incluso para el ladrón.
El ladrón aquel obligado a restituir su derecho humano a la
alimentación, como derecho de toda persona, ya que existe todo un sistema
montado para esquilmar a muchos, mientras privilegia a un puñado.
Este modelo de agricultura a mano, es la que recomienda el
estudio del Dr. Antonio Serratos Fernández, catedrático e investigador de la
UNAM, El Origen y la Diversidad del Maíz en el Continente Americano; reconoce
este estudio que es gracias a este tipo de agricultores, campesinos, indígenas,
afros y raizales con pequeña y mediana agricultura, que todavía contamos con
más de 300 especies de maíces criollos: tesoros que tenemos en el olvido y el
descuido.
No es tan solo un consejo a seguir. Es la hoja de ruta para
garantizar nuestra salud con alimentos obtenidos con las propias manos, es un
bien estar porque se vive una auténtica autonomía, una emoción básicamente
liberadora de la percepción colonizada sobre el territorio y los bienes
comunes. Es la resurrección de un pueblo formado con y para el maíz. Comer bien
es vivir bien; ¡lo demás son cuentos!
Para que el modelo de agricultura en Colombia sea incluyente
y lucrativo, tiene que casarse con una agroindustria corrosiva y contaminante,
impuesta por poderosas multinacionales y el estado colombiano, ¿podrá seguir
ignorando su obligación a velar por
nuestros patrimonios y a salvaguardar para otras generaciones las semillas
heredadas, esencia de nuestra biodiversidad y verdadera riqueza de nuestros
pueblos originarios?.
Bucaramanga, septiembre de 2018